De niño quería verse en el espejo mientras tenía los cerrados,
pero cuando los cerraba dejaba de verse y así no había forma. Desconocida y
nunca escrita, intuía la existencia de una ley que regía la vida de las cosas
materiales y que en algún lugar de su articulado (quizás en una Disposición
transitoria) establecía la imposibilidad de que disfrutara alguna vez de un
instante sublime. En venganza ante tal injusticia, apuñaló sus pensamientos.
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