Detectó un agujero en el centro de su ser. Al principio le pareció
un contenedor de pensamiento, un arcón de origen onírico y preconsciente que
fue abandonado tras una batalla ya olvidada que seguramente se perdió. No le
extrañó. De hecho, es muy corriente que esto ocurra, especialmente cuando se
trata de personas que, apartados de la televisión, crecen salvajes. La historia
fue ésta: hubo una vez un viajero que huía en su interior y al que, maleta en
mano, le sorprendió la muerte impar. Y es que la muerte, al menos en lo que a
cada cual respecta, es siempre impar.
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