Sus pupilas persiguen lo que acontece en el exterior; sin embargo,
anda en busca de algo que está mucho más al fondo, más lejos y más profundo aún
de donde sus sentidos logran penetrar después de un tercero o cuarto intento.
Su descomunal esfuerzo hace que la realidad se vaya erosionando hasta que el
mundo, la existencia toda, queda convertida en una pantalla donde se refleja la
plácida superficie de un lago. Llegado a ese punto, le cuesta distinguir las
palabras de los silencios. Tal es su soledad.
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