martes, 24 de marzo de 2015

PERORATA


A medio camino entre la matraca y la soflama, la solemne perorata de la que fuimos objeto no dejaba de ser un pasatiempo más de la muerte, uno de entre tantos espectáculos incomprensibles que animaban  el espeso transcurrir de las horas en aquel lugar extraño donde sobrevivir se había convertido en un divertimento. Pero había salida: bastaba con coger el carro y huir. De risa en risa, con la barriga a punto de reventar por un atracón bacteriano, elipses concéntricas de mazas hacían malabares en los semáforos mostrando a las claras sus signos de autenticidad.

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