Sinuosa y elegante, la cola avanzaba con parsimonia hacia la caja.
Por cómo se comportaba pareciera un ser vivo, un ente autónomo dotado de
instinto y conciencia capaz de inquietarse ante cualquier problema que pudiera
obstaculizar la consumación –nunca mejor dicho- del gran acto al que estaba
destinado: pagar, poseer, ser…la comunión con el sistema, al menos un día más,
estaba garantizada.
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