miércoles, 25 de febrero de 2009

APROXIMACIÓN AL CATRE

A mí más que a nadie, me salva mi lentitud. Dura lentitud ésta, que traspasada toda proporción matemática y al filo mismo de la parsimonia, a punto está de llegar al sagrado centro de la pura inactividad. Alargado más allá de toda longitud, y parsimoniosamente quieto, me paro al fin mientras un rumor venido de lejos me murmura sus indigestos pesares de perennidad. En esos momentos, la pasividad me roe casi sin darme cuenta, y lo hace hasta el mismísimo centro de un tuétano del que se alimenta la más terrible de las éticas. Esta terribilidad, se nutre a su vez de todo lo terrible que nace de entre las entrañas de la tierra, aunque no sea más que una mera mota en el desierto de las entrañas sin tierra. Desde mi pensamiento inmóvil, permítanme argüir en mi favor la dialéctica de los polos opuestos, aquella que nos habla de las árticas y las antárticas razones de los sies y los noes dichos como si fueran cosas opuestas, y del atento y altivo milagro que configuran la salsa nutricia del que se alimentan unos y otros. Dicho lo cual, y dando por finalizada todo actividad, me dispongo ahora a intentar las maniobras oportunas que me aproximen al catre sin más deseos que encontrar la fuerza que me acompañe.

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