viernes, 27 de febrero de 2009

ADORACIÓN

Sol calmo de invierno tardío que baja por los valles desde sus etéreas cumbres envuelto en una nueva y calurosa identidad. Sol tembloroso, que se posa sobre el granito y el musgo distante, sobre el carbón y la semilla, extendiendo así sus augustos tentáculos y sazonándolo todo de luz y de color de luz. Este milagro estelar, que apenas si es apariencia de ubre, queda convertido en mi presencia en verdad desnuda y llorosa que pareciera haber sido traída al mundo a base de fórceps. Ante él me pliego, en espera de que de que brote en mí la sangre vital salteada de humores, y mientras espero me recojo, en su curva de cascarón hueco, para sosegar así mis infinitas ansias de calor.

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