miércoles, 11 de febrero de 2009

PASTO DEL OLVIDO

A medio camino entre un beso y otro, ausentes ya las palabras, gozan los labios combatiendo en cada animosa dentellada, del mismo modo que disfrutan yema contra yema los belicosos dedos de los amantes con sus trifulcas de caricias. Tras el laborioso batallar, los agotados contendientes buscan un lugar en el jardín con el fin de aprovechar hasta último rayo de luz, y ahuyentadas del todo las ondas luminosas, buscarán entonces un rincón bajo la tierra en el que esconder el botín de caricias robadas. En todo este ir y venir, bramaron inútiles las conceptuosas razones sin que nadie les hiciera ni puñetero caso. Enfrascados en esos quehaceres van pasando los días unos del brazo del otro hasta que una ausencia en el pecho provoca en el corazón del más débil el inevitable rayo de luz endoscópica, una especie de latigazo que trae a colación el vívido contraste de rojo veneno. Minutos más tarde, memorias de signos alados descenderán a través del catéter hasta su córtex cerebral, y de ahí avanzarán penosamente hasta posarse en uno de los lóbulos para concluir siendo a un tiempo huésped y pasto del olvido, si, mas olvido enamorado, como nos recordó a su debido tiempo el poeta de las gafas redondas.

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