miércoles, 26 de agosto de 2009

EN CAÍDA LIBRE

Violento, poderoso y conminatorio, el péndulo del tiempo se disponía a alejar de mí las tristes noches de la ciudad. En esas estaba cuando giré la cabeza y miré como sin querer en el espejo de unos grandes almacenes, pudiendo distinguir de entre los cúmulos de sombras lo que resultó ser mi vencida figura. Pero de pocas cosas podía estar seguro aquella noche. Mis miradas, aún a pesar de que estaban ejecutadas correctamente desde un punto de vista técnico, y de que en ciertos aspectos incluso podría decirse que resultaban aguadas y cristalinas, lo cierto es que el líquido elemento que las servía de refrigerio estaba repleto de sal, la misma que me sube la tensión, y de tequila, que me bajaba todo aquello que no era la tensión, y de limón también, que de todo tenían aquellos ojos míos mientras me miraban, y que en mi paladar parecía menos agrio que la vida. Me senté en el suelo apoyado nuca y espalda sobre una farola, al parecer muy del gusto de los mamíferos miadores nocturnos, y pensé en la forma más hermosa e inteligente que existe. A renglón seguido me hice un ovillo y pensé en la bella eficiencia de una gota de agua en caída libre.

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