sábado, 22 de agosto de 2009

ME REFIERO A LA TRISTEZA

Los canarios piaron bajo el sol y llegó un momento en que el lenguaje quedó destruido por el dolor. Cuál truculenta relación pueda existir entre los canarios y el lenguaje, y cuál podría ser la procedencia de tal dolor, son preguntas que yo también me hice en su momento y me sigo haciendo todos los días por lo menos durante cinco minutos. Tangente siempre, evadido por los márgenes, vivía hasta ahora despegado de estos asuntos tan fuera del alcance de mi mano y de mis entendederas. Me bastaba con contemplar la alberca cuajada de canónigos. Eso era suficiente. Para mí y para la ensalada. No es que desconociera de la existencia de otras cosas importantes. Creer en la humanidad y creer en que se tiene un alma son cosas que están bien. Son creencias piadosas que, a falta de dios, pueden ayudar a morir. Pero tengo la sensación de que nunca conoceré la historia completa, y mi instinto me decía que a falta de historia no queda otra que trabajar en la conquista del equilibrio de los sentidos. Excrecencias de azúcar y brezo, pura animalidad, mezcla de olorosa mierda y sangrante sangría. Todo esto me lo decía a mí mismo cruel y sonriente durante los cinco minutos que dedicaba a los canarios, el lenguaje y el dolor. Claro que no siempre podía ocultarla. Me refiero a la tristeza. A veces se me escapaba a través de los ojos como se escapan los muchachos al patio a la hora del recreo. Menos mal que nadie me miraba, porque si no podría haberla visto. Me refiero a la tristeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario