viernes, 7 de agosto de 2009

EN EL TERRAT

Me mordí el carnoso sistema de comunicación verbal que comparto con mi comunidad, es decir, me mordí la lengua, y me dispuse a renglón seguido a nadar y tomar el sol en sucesivas tandas de rayos y brazadas. Afectado de una gravedad y una pompa innecesarias y fuera de contexto, prosopopéyico como nunca, realizaba mis tareas sin otras virtudes que las que se deducen de la soledad y el silencio. De esta guisa, me dispuse a conocer los entresijos de los que estoy hecho. Mi ser, al menos mi forma de ser, implica la palabra, con el resultado paradójico de que al cabo de un rato, no mucho rato, es la palabra la que me implica a mí. Implicadas de esta forma palabras y seres, no es de extrañar que me sienta extraño cuando me siento poseído por hordas de signos parásitos en los que el significante brilla por su ausencia. La noche avanza en el terrat, y en espera de un eclipse que pareciera que nunca llega, aprovecho para darme otro baño de hierbas y rayos de luna llena.

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