La palabra y yo. Empujar la palabra hasta la cima para dejarla caer. Y fijaros bien que digo la palabra y no digo la idea, ni digo la cosa. Hablo de empujar la palabra hasta la cima para dejarla caer. Ascender la palabra, enorme e impía, para dejarla caer de nuevo en una sucesión infinita de órdenes implacables. Y vuelta a empezar. Nadie mira al tiempo mientras éste demuda sus escamas de eternidad y yo amaso las palabras con venenos y cebos de mentiras diurnas. En la justa proporción de veneno y mentira. Tiene gracia este castigo. Devorado el subsuelo y olvidados los despojos, queda sólo el morir traslúcido. Y vuelta a empezar. La palabra y yo. Empujar la palabra hasta la cima para dejarla caer.
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