jueves, 23 de mayo de 2013

AQUEL SORDO BATALLAR


Un oblicuo y absurdo yo intentaba arrancarse de cuajo el perro que llevaba dentro, mientras algún otro yo, igual de propio que el anterior y probablemente más poderoso, intentaba evitar ese desaguisado a costa de ir suturando una a una las heridas que ese primer yo, llamémosle el yo mataperros, abría en el cuerpo del pobre sujeto. Unos y otros sucumbieron al inefable ulular del tiempo hasta que, finalmente, ni rastro quedó del aquel sordo batallar.

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