Fue
una persona sencilla, un buen hombre que llegó a conocer a multitud de
navegantes sin camisa y sin tabaco que desconocían, como él, cuánto durará este
baile. Sabían sin embargo cómo esconder el llanto y hasta llegaron a
aprehender, aunque tarde, a no cerrar nunca las puertas y a respirar mientras soportaba el peso del mundo sobre su pierna izquierda.
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