El mundo se le hizo un nudo entre las tripas, mundo éste que luego se
convirtió en pulpo, y más tarde en poeta de tres al cuarto. Un buen día, al
mundo, al pulpo, al poeta y a él, a los cuatro, los convirtieron en mitos, unos
mitos contraculturales de quita y pon a los que añadieron un par de botellas de
cualquier veneno y una puta compasiva y sensata que se limitaba a observar y a
robarle la cartera al pulpo en cuanto la ocasión lo permitía. Igual de
patéticos pero menos solitarios, lo cierto es que los callejones del submundo
no dejan de agradecer la invención del mito.
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