Quizás
fuera la salmuera quemante de sus labios, o el hinchado ácido del nitrato que
emanaba de sus ojos, no se sabe…Lo cierto, lo único cierto, es que a su
alrededor todos éramos polvo en medio de un páramo de bosques muertos, y que el
cielo caía sobre nosotros, mañana tras mañana, sin que supiéramos dónde
esconder tanta vergüenza y tanto deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario