Tras
leer, es decir, tras comer del pienso que le alimentaba, es decir, tras pensar,
el turbio zumo resultante se interrogaba a propósito del meollo del vivir. Del
sebo neuronal, en plena resaca, no llegó respuesta alguna, razón por la cual no
le quedó otra que dejarse llevar por el sentir. Y entonces sintió el hueco, que
es como decir que aprendió a vivir la vida, a modo de trago largo. De él basta
decir que su perro le creyó, y además le quiso.
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