Recuerda bien que fue en los tiempos de la nieve imprecisa y secreta cuando tuvo la ocurrencia de desembarcar un beso, el primero, en la orilla de sus labios. Tras una tormenta de sílabas enfurecidas y ojos ciegos, llegó la calma. Entonces lloró. Recuerda también que fue más tarde, mucho más tarde, cuando constatada su ausencia definitiva y terrible, fue ella quien tuvo que irse a otro lugar para romper sus lágrimas, vale decir que se escondió para llorar.
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