Nada
se veía a lo lejos. Sin embargo, cuando se acercó, la nada se descompuso en máscaras
de yeso que pedían sin pedir, y le pareció ver hermosos grises podridos bajo
los arenales, e imaginarios ojos de reptiles que miraban como miran los muertos
recién muertos. Luego dejó de mirar la nada y recibió una a una a todas las
incansables fatigas que hicieron mella en él, fatigas que, como tienen por
costumbre desde tiempos inmemoriales, se dispusieron a acuchillarle a
preguntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario