Como
una oveja en una fiesta de lobos, paseaba por entre la manada sus
incomprensibles encantos, no dejando títere con cabeza en aquel bar repleto de
modernidades mudas y absortas. Por más que alzaba la mirada no lograba ver el
final de la barra, ni tampoco el final de una noche que acababa de empezar y se
adivinaba turbia y espesa. Demasiado bella, se dijo para sí, y tuvo un mal
presagio.
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