lunes, 4 de noviembre de 2013

SABOR A MADRUGADAS


Ese hombre con aspecto de hacedor de pesadillas se había vuelto a dormir acurrucado en su viejo sillón adornado de orejeras. Milagrosamente, al despertar pervivía en su boca un cierto sabor a madrugadas, una mezcla vaga de cansancio, caricias y risas de madriguera noctámbula. Enraizados en la ternura, estos recuerdos le hablaban de otra vida, de besos premonitorios y desafiantes plenilunios, de momentos redondos y claros, de temblores ciegos seguidos de tranquilizadores arrullos. Se removió en la butaca y quiso volver al calor del sueño, pero ya no pudo.

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