Ese hombre con aspecto de hacedor de pesadillas se había vuelto a dormir
acurrucado en su viejo sillón adornado de orejeras. Milagrosamente, al
despertar pervivía en su boca un cierto sabor a madrugadas, una mezcla vaga de
cansancio, caricias y risas de madriguera noctámbula. Enraizados en la ternura,
estos recuerdos le hablaban de otra vida, de besos premonitorios y desafiantes
plenilunios, de momentos redondos y claros, de temblores ciegos seguidos de
tranquilizadores arrullos. Se removió en la butaca y quiso volver al calor del
sueño, pero ya no pudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario