lunes, 25 de noviembre de 2013

PIABA Y PIABA


Las nubes se amontonaban en su cuarto de forma que las sábanas semejaban planicies de sal y las almohadas cordilleras inaccesibles donde los dioses reposaban sus cabelleras de mármol. Sus ojos iban y venían de las estrellas a un cuello de aspecto dubitativo, mientras un pájaro irreconocible piaba y piaba en reclamo de su merecida ración de labios. Ya no recuerda más. Un reloj de arena. Un libro azul, quizás.

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