Con el anhelante resuello de quien se dispone a ahondar en
profundidades que en otro tiempo se consideraron insondables, así de
predispuesto se encontraba nuestro personaje mientras terminaba de afeitarse
unos incómodos pelillos que le salían de sus orificios nasales y a los que no
encontraba la forma de cercenar con la debida eficacia. Así pues, se trataba de profundizar hora tras
hora en su propia existencia, sabiendo como sabía que la tal existencia estaba
atestada de túneles negros repletos de tiempos muertos y olvido, mucho olvido.
En eso consistía el reto. Mientras esto pensaba, pudo dar cuenta de otra
pelambrera, esta vez la que asomaba por sus conductos auditivos, hasta que,
finalmente, salió del baño decentemente rasurado y dispuesto a afrontar las
transformaciones que se le venían encima.
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