Estaba
escrito y así fue: tuvo una vida solitaria, pobre, mala, bruta y, sobre todo,
corta. Sin embargo, siempre se vio a sí mismo con los ojos de la primera
mirada, que es como decir con los ojos del primer recuerdo. Sus pupilas
reflejaban con nitidez las incógnitas olvidadas, las nubes y el frío azul de
finales de otoño, y presumía de tener vida en exceso. Pero no pudo ser.
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