Sentado en el retrete, se entretenía
durante horas urdiendo los mimbres de un universo tan personal y tan
intransferible que no encontraba manera de expresarlo para que otros pudieran
entenderlo. Bien es cierto que la escalofriante negrura del agujero del
desagüe, así como los años luz de velocidad a los que habitualmente viajaba su
mente, eran factores que no contribuían en nada a clarificar un panorama ya de
por sí intrincado y espeso. El final de los tiempos llegaba justo cuando su
madre, preocupada no vaya a ser que el niño se esté matando a pajas, llamaba a
la puerta del baño amenazándole con tirarla sino salía inmediatamente. Por hoy
se acabó, pero no importa. Mañana encontrará la manera de volver a viajar a su
personal galaxia repleta de azules infinitos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario