Como
el explorador extraviado que siempre fue, anduvo su pequeña vida a lomos de
preguntas que descendían a abismos y parecían traer consigo un permanente rumor
de llanto . Desde la hora inicial, observó cómo la gravedad de los sonidos se
empapaban de silencios y cómo las respuestas iban ganando en rigidez hasta
terminar adoptando forma de ecos de sal. Vivió tiempos de transcurso inmóvil
donde sin querer se acumulaban los olvidos de muchos inviernos, y un pan que lo
sabe todo.
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