Su
cuerpo se parecía cada vez más a un viejo hardware incompatible con el mundo.
De hecho las cosas le iban de mal en peor cuando tuvo una especie de presagio
que le desconcertó: soñó despierto que la tierra se abría y que él penetraba en
su interior. Ese fue el sueño. Mientras tanto, el desorden de los días era el
que era pero, más allá del estado salvaje en el que vivía, siempre mantuvo la
esperanza de que algo ocurriría. Y ocurrió. Lo cierto es que al final, muy al
final, la profecía tuvo lugar.
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