Nacido bajo el signo de una derrota permanente, no parecía
encontrar su lugar en un mundo, éste que le tocó vivir, repleto de grises y
negros que iban y venían combinándose hasta el infinito. Finalmente se refugio
en los libros hasta que, transcurrido un tiempo, fueron los libros los que se
refugiaron en él. Las consecuencias, no hay por qué ocultarlo, fueron
lamentables. Para muestra, baste decir que perdió el control de esfínteres el
mismo día que terminó el último libro de Murakami.
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