Érase
que se era un personaje de ceniza, agua y harapo…(En este punto, y antes de
avanzar más por los vericuetos de la trama, ruego al lector una reflexión
serena sobre el significado del vocablo “personaje”. Gracias)… Como fuere, no
es de la harapienta alma de este personaje de lo que quería hablarles hoy, si
no de su forma de amar. Desde el punto de vista de los resultados, y para
resumir, podría decirse que tales formas trajeron consigo una antología de
borracheras conscientes, mezcla de gozos, consejos viejos e instantes eternos
perfectamente inacabados. Bien mirado, nada del otro mundo, y es que, bien
mirado también, su forma de amar era como la vida misma: un garabato de espacios
y remolinos de deseos, salpicados de caídas, gustazos y verdades incomprensibles.
Lo del agua y la ceniza, queda para otra ocasión.
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