miércoles, 29 de julio de 2015

SABOR A LUZ

Bebía algo con sabor a luz que generaba en su estómago un peso vacío. En realidad, lo del peso vacío lo empezó a notar en la mitad del tercer cacharro de ese mejunje  que tenía sabor a luz. En la calle hacía frío y la niebla parecía cambiar de color cada vez que terminaba un cigarrillo; dentro del local, sin embargo, percibía un viento inexplicablemente cálido. Conviene aclarar también que de lo del viento inexplicablemente cálido se percató a partir de dar por concluido el quinto vaso de eso bebía con sabor a luz, momento éste que vino a coincidir más o menos con el décimo tercer cigarrillo. En el octavo pelotazo, justo cuando estaba intentando recordar con poco éxito el nombre de alguna mujer que le hubiera amado, se cayó del taburete.

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