domingo, 19 de julio de 2015

TUBÉRCULO


El mero contacto del aire con la piel le procuró un escozor desmesurado, impropio de la vida recogida y tranquila que se presupone en un tubérculo de pro. Para disimular el agobio adoptó formas de costumbre clásica y respiración contenida, pero la maniobra de distracción no tuvo el éxito esperado y no le permitió esquivar ese tipo de crueldad tan peculiar que ejercen aquellos que desconocen el miedo. Una vez más, tuvo que volver a cabalgar el grito.

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