A propósito del género he decir que son muy pocos los hombres a
los que he visto mear con elegancia. Se trata de seres realmente excepcionales,
me refiero a los elegantes, que no se limitan a resolver el asunto de la
meadera en un mero pis-pas, como si de
un puro trámite se tratara, sino que mantienen con la orina una relación ritual
que va más allá del mero evacuar. Los perros les admiran, y eso se nota.
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