A
esas horas dormía el cosmos su eterna siesta cuando, sin motivo aparente, fue
zarandeado de aquí y de allí, como quien dice de la camisa y de las orejas, por
un viento maleducado y chismoso, hasta que logró su objetivo y el universo
entero despertó. Y todo para traer a sus oídos una letanía ya sabida, mezcla
extraña de cuentos viejos y noticias frescas, que en modo alguno justificaba el
ultraje y el brutal caos en el que a estas alturas de la tarde se debatía ya el
firmamento, el infinito, y toda la materia conocida de tejas para arriba. Sé de
buena fuente que, esa tarde, el íntimo equilibrio existente entre todo lo
creado fue puesto en peligro, y lo llamaron univexit.
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