Cuando el deseo apretaba, un rictus animal se adueñaba de su boca
retorciéndola y llenándola de asombro. Era entonces cuando, con la cabeza
repleta de sinvergonzonerías, pulsaba las teclas necesarias que le conducían al
video del macho y la brasileira. La lujuria llegaba como un río de luz,
mientras soñaba que, sin entregarse, se dejaba poseer.
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