martes, 2 de febrero de 2016

AGUA DE BORRAJAS


Monógamo por pereza, aunque de temperamento lenguaraz y osamenta artrítica, sintió al verla bajar de aquel autobús un calor distinto a todo tipo de calor anteriormente conocido.  Tan fuerte fue la cosa que, ni corto ni perezoso, se dispuso en los escasos segundos que duro la aparición a dejar de un lado todos sus principios, como quien dice toda la amargura resabiada y todo el conformismo del que habitualmente hacía gala, cruzar la calle nadando en sudor y dirigirse a ella proclamándola su amor eterno. Lamentablemente, una sucesión de desgracias varias, entre las que cabe destacar el atropello que sufrió a manos de un taxista desaprensivo, hizo que todo quedara en agua de borrajas.

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