Algunos enfermos hepáticos, en su mayoría bebedores de café, son
capaces de emitir señales olorosas que les permite localizar con una precisión
asombrosa el hospital más cercano a la posición en la que se encuentran. Se
trata de una mutación del sistema sensorial olfativo reconvertida en ventaja
competitiva. Enmanuel era uno de ellos. Claro que, una vez en el hospital, las
cosas ya no tienen tanto misterio: identificación, triage, análisis varios…Según
me contó, en aquella última visita a las unidad de urgencia los colores iban
evolucionando y adquiriendo nuevos significados. Recuerda haber pasado del
lapislázuli al verde manzana, y de allí al amarillo orín, luego vino el zumo de
naranja roja, hasta por fin apareció el temido rojo carmesí. La resucitación,
finalmente, no fue posible. Y es que no hay días: hay vicisitudes.
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