Sería por economía de medios o por lo que fuera, el caso es que
pocas veces le daba por rememorar aquellos tiempos en los que no bebía más que
agua. Aun así, recuerda con claridad que, ya por aquel entonces, a menudo se
hablaba mucho para no decir nada. Eran tiempos estos en los que bastaba con
llenar la tripa, dormir, follar y morirse con la esperanza de que hay algo más,
para dar por cumplida una vida plena. Pero todo puede simplificarse aún más. Basta
un sortilegio, un mal calambre o un ictus para despertarse y ver el mundo tan ausente
de palabras, tan hermosamente pálido….
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