Un visitante del espacio mantenía la mirada perdida mientras esperaba
instrucciones. No lo va a tener fácil. Para empezar pareciera como si el mundo
estuviera repleto de signos abandonados, y para más inri, se han detectado
graves problemas de incomprensión entre las palabras y las cosas. A tal punto se
ha llegado, que la inteligencia y la belleza del delfín, su brillantez al fin,
no representa ya garantía alguna de supervivencia. Así las cosas, no es de
extrañar que al visitante en cuestión le entrasen unas ganas locas de echarse a
correr hasta perderse en aquel atardecer que parecía infinito y grisáceo.
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