miércoles, 10 de febrero de 2016

LA BOMBA


Los hechos y las fechas aparecían enmarañados en su cabeza. No es de extrañar. En algún lugar de su mente habían colocado una bomba de relojería. Lo supo desde siempre. A partir de ahí, la vida entera se presentaba ante sus sentidos embadurnada de un cierto aire de irrealidad. También se sabía condenado a pudrirse, pero eso no le afectaba. Podía cenar, apagar la televisión, cepillarse los dientes y meterse en la cama, podía dormir incluso, sabiendo que ninguno de esos actos, nada de lo que hiciera, conduciría a ningún lugar. Tarde o temprano aquello explotaría. Y ya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario