lunes, 8 de febrero de 2016

MARINA


Al calor del sol de la medianoche, a la misma hora en que las nubes respiran tras los espejos, Marina se afanaba en la labor. Llenar con estrellas el cántaro de la sed, y trasladarlo allí donde más abundan las bocas secas. En eso consistía su quehacer, y a ella se dedicaba gustosa.

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