martes, 23 de febrero de 2016

UN BIBLIOTECARIO DE PRAGA

Un bibliotecario de Praga que había militado -sin gloria- en la sociedad secreta de los Carbonarios y tenía el rostro carcomido por el tiempo y por la industria cosmética, nos informaba en petit comité de la existencia de un río secreto donde que al parecer unos acostumbran a beber de la fuentes de la inmortalidad y otros, aguas más arriba, en los remansos de la locura y la muerte. Interrogado por el verdugo, a la sazón un tabernero de la ciudad vieja, nos aseguró que su aparente indignidad en el ejercicio del comercio de la palabra nada tuvo que ver su con su falta de fe. Aseguraba, a propósito del todopoderoso, que no hace falta creer en él: basta con reconocerlo cuando él te encuentra.

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