martes, 6 de enero de 2009

ASCO

Gracias al misterioso bucle de armonía interna que les une, el ron y la palabra se concatenaban sin dificultad, hasta que un fogonazo de luz sumió a nuestro personaje en la más completa de las oscuridades. En estas circunstancias, el depositario del jugo de caña opinaba que cualquier sitio es bueno para asquearse. El marco incomparable más incomparable que quepa imaginar puede servir no más que para enmarcar una angustia de caballo que sube y baja por el torax de un caballero cuya figura, además de triste, sólo sirve para dibujar en el horizonte una imagen incomparablemente enmarcada, digna de la mejor postal. Los pajarillos cantan, las nubes se levantan y el tipo enmarcado continúa allí, apoyando las manos en la barandilla del porche, sin apenas poder disimular el asco que se produce a sí mismo. El ron se terminó pero la ceguera se mantiene intacta y así no hay forma de encontrar otra botella con la que continuar bajando pisos en la debacle mental que le sirve de entretenimiento. Sólo queda negar la humanidad del enemigo, en este caso la propia humanidad, para que todo, y quien dice todo dice todo, esté justificada.

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