lunes, 26 de enero de 2009

LUNES

Selene, diosa de la Luna, me pidió que consagrara este día para ella, y así lo hice. El espectáculo resultó magnífico. En su honor, autoricé entrar a la luna en casa, y ambas, diosa y luna, aparecieron espléndidas en la velada, llenas a rebosar, hasta que se perdieron del brazo por los jardines. En recuerdo de aquel día, que dio la casualidad que era un lunes, a todos los lunes los llamamos lunes, para que no haya confusión. Y a partir de ahí cada cual hace con los lunes lo que puede, que no es mucho. Unos lo convierten en Lunes Santo, todo con mayúscula, otros arman sus revoluciones pensando en que otros lunes son posibles, otros lo pasan al sol, convirtiéndose así en los famosos Lunes al sol, y quien más y quien menos tiene sus escarceos oníricos y sueña los lunes con paisajes iluminados por la luna o le da por soñar con dos lunas, ambas menguantes. Hay quien tiene suerte y el inmenso honor de que un lunes cualquiera le digan al oído que alguien te quiere porque le nace quererte. Pero no es lo normal. Son muchos, demasiados sin duda, los lunes que pesan sobre nuestras cabezas. De hecho, se me ponen los pelos de punta de pensar que una séptima parte de mi vida transcurre en lunes, razón por la cual debiera haber una ley orgánica que hiciera carne para todos la promesa de un montón de risas aseguradas, una tras otro todos los lunes, sin cuya garantía habría razones de legítima defensa para quedarse en la cama.

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