lunes, 5 de enero de 2009

REFAJO DE MUSELINA

Llega la noche y me voy, envuelto en celofán, dispuesto a regalarme. Pero antes de abrirme os diré que entre los ojos y el sombrero, a la altura de la tercera arruga, hallaréis el agujero negro del que os hablé. Observarle. Si seguís su rastro con atención de seguro que os conducirá a los mundos subterráneos repletos de arcilla donde se cocinan los versos que poblarán los plurales universos. Allí, acurrucados en su fino refajo de muselina y ahíto de carne repudiada y limpia, encontraréis lo que fui capaz de dejar antes de irme. Sólo el poeta sabe sobre la inmortalidad de los dioses que él creó, esos mismos que se encabritan rabiosos antes, durante y después de que el llanto de los niños transforme su sonoro traqueteo en el cotidiano celofán de la blasfemia. Me quito el envoltorio y me voy. Llega la noche y me voy, envuelto ahora mejor que antes, en su refajo de muselina.

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