Voy a subir a la terraza toditas las angustias y las voy a tender bien tendidas para que no cojan arrugas y se sequen al sol de los abrazos, y para que se oreen también, que falta las hace, con las risas y el y venir de los muchachos. Terminada la faena, dejaré el cesto en la cocina y bajaré como un rayo a la bodega para poner a funcionar el viejo alambique del abuelo, ese artilugio capaz de destilar penas y convertirlas en orujo blanco, en lágrimas de Santiago, decía. Luego, con el resultado de la destilación, me voy a mamar bien mamado y voy a jugar a encontrarte, como te encontré, perdidamente bella, y te voy a besar esos labios de carnaval de julio hasta que ya no pueda más y me deje caer en fabulosas simas, y en días nuevos.
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