sábado, 17 de enero de 2009

HISTORIA DE UNA PREGUNTA

Los indiscernibles límites existentes entre la ficción y la tontería me impiden informar con precisión de las coordenadas en las que me encuentro. Lo único cierto es que me revuelvo molesto y pegajoso en el sillón preguntándome sobre lo que no sé, con tan mala fortuna que el volumen de la pregunta va adquiriendo tal tamaño que pasa a ocupar, primero, el lugar que mi cuerpo ocupaba en el sillón, y después, por extensión, el espacio-lugar que ocupaba mi vida toda, una vida que a partir de este instante habría que entenderla como historia de una pregunta o, si lo prefieren, como una página más de la historia universal de la infamia. Nada, ni la vida ni mucho menos la ausencia de vida, pareciera tener sentido alguno. En este abrupto paraíso de interrogantes en el que vivo, impenetrable y a la vez sutil, me pregunto por aquello que pudiera dar sentido al travestido espíritu del espectáculo cultural e intento huir, sin resultados positivos por el momento, tanto de las constelaciones de ripios como de los cinismos desmitificados, con la consecuencia inevitable de hacer mío el extraño extravío del hombre moderno, convirtiéndome así en un ser indolente, algo agrio y mohoso, como el sabor de ciertos quesos franceses.

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