domingo, 1 de marzo de 2009

FRAGMENTOS

Aquella colección de postales escritas desde el borde mismo del cubo de la basura hablaban de subversiones subvencionadas, de atávicos miedos al discurso vacío, y de otro tipo de miedos engendrados en forma de olvidos y cenizas entre los que sobresalían frases sin armadura interior. Viéndolas desparramadas en el suelo, cualquiera podría pensar que conformaban un hermoso y fragmentario cuento de no ser porque existían de verdad. En aquellos cartones se entretejían vidas anodinas con mundos prodigiosos y la verdad misma, por fin, tenía la ocasión de entremezclarse libremente con una realidad de apariencia inútil y descabalada. Los condenados a construir mundos con palabras, esos mismos a los que vemos suplicar que les sean dados los nombres exactos de las cosas, estaban de enhorabuena. Una de aquellas imágenes con texto en el reverso hablaba de un tren que en época remota se paró para que una niña pudiera recoger su sombrero trasladado por el viento un par de millas más atrás. La íntima inteligencia con la que estaban escritas todas y cada una aquellos pedazos de vida resultaba reconfortante. En una de ellas, quemada en la esquina derecha, el texto se habría camino en medio de una hojarasca de signos mientras un personaje desconocido vagaba por las calles de Florencia en busca de sensaciones variadas. En otra se veía a un personaje que tenía sobre su cabeza un trozo de cielo muy pequeñito. En otra, cogida al azar, alguien juraba que sería capaz de besar todos y cada de sus errores con tal de que…ocurriera algo que nunca llegaremos a saber. Había una muy bien conservada que no tenía texto. Se trataba de la imagen de un bebe capaz de expresar, antes de surgir como posibilidad misma de la conciencia, la rabia contenida en unos ojos enormes y visionarios.

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