Le
costaba penetrar en las profundidades del rostro de otro hombre y, en
consecuencia, tenía problemas para reír. Y también tenía problemas para llorar.
Tenía problemas para sentir y creo que, en general, podría afirmarse sin mucho
margen de error que tenía problemas, muchos problemas. De hecho, se sentía como
un hombre sin edad bajo una lluvia de agujas de madera, y si bien lo de la edad
podría ser objeto de matices y aun de cierta discusión, lo de las agujas,
metáfora de los problemas, no tenía vuelta de hoja.
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