De nuevo lo mismo que ayer. Los equívocos de siempre, o si lo prefieren,
siempre los mismos equívocos de siempre, en fin, lo de siempre que aparecía
ante sus ojos como equivocado, o eran sus ojos los equivocados, o era él, todo
él, el que se equivocaba y daba la casualidad que se equivocaba en lo de
siempre. El caso es que de ahí, de lo de siempre, de los equívocos de siempre,
rara vez salía. De vez en cuando el sueño rompía en algo esa monotonía, pero no
estaba en condiciones de asegurarlo.
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