Habitaban en su paisaje neuronal silenciosos valles poblados de ausencias,
restos de tiempos pretéritos y futuros que parecían vivos a juzgar por el calor
que emanaban en su misterioso ir y venir, cordilleras de ganas, y bocas, muchas
bocas, y majestuosas arquitecturas que te llevaban de unas bocas a otras o te
dejaban abandonado en el interior de cuevas que ocultaban tesoros de palabras
nunca antes usadas por boca alguna. Estaba loco, sí, loco de atar, pero
señores, ¡cuán hermosa era su locura!
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